Años setenta. Eva y Lucía, nuestras protagonistas, comienzan a labrar una amistad que, más de treinta años después, sigue vigente pese a que en los últimos años haya sufrido un paréntesis.
Una amistad sincera y real que no requiere de un contacto diario para mantener vivo dicho vínculo emocional.
De juegos compartidos en la calle con el resto de niños a las circunstancias actuales: Lucía es una implacable directora de recursos humanos que no sabe enamorarse. Eva es una actriz retirada atrapada en un matrimonio roto y cuya vía de escape es su hija Lola.
"Los besos no se gastan" es una de esas historias que te enganchan por servir de mecha que activa tu memoria y te hace navegar en tus recuerdos. Recuerdos más o menos lejanos pero casi siempre positivos. Recuerdos de ese amigo de la infancia con el que eras uña y carne y que el doloroso paso del tiempo ha separado y ha construido un muro casi infranqueable...
Y digo casi porque si nos lo proponemos podemos saltarlo y volver a reconquistar nuestro recuerdo y nuestra vieja amistad... y puedo dar fe de ello por la experiencia vivida en primera persona.
Tras este pequeño inciso personal, "Los besos no se gastan" es una historia con 2 protagonistas: Eva y Lucia. Dos perfiles diferentes y dos circunstancias de vida totalmente distintas.
Eva, más pasional, más emotiva... que ha ponderado su vida de pareja por encima de su perfil profesional, volcándose en una relación de pareja que el desgaste del tiempo y la convivencia comienza de derrumbar los cimientos sobre los que se asienta dicha relación.
Lucia, más pragmática, más práctica... cuya carrera profesional está por encima de su vida familiar y convencida de que el amor no llamará a su puerta.
Dos protagonistas, de perfiles antagónicos y de amistad profunda, intensa y sincera. Una amistad nacida hace más de 30 años y que, por circunstancias, sufre un paréntesis aunque no decae un ápice la intensidad de la misma a partir del momento del reencuentro.
La historia que nos propone Raquel Martos es de las que te activan una parte de tus recuerdos y, ciertamente, te ves reflejado en las protagonistas. No por el perfil al que responde cada una, que también puede ser, sino por ese canto a la amistad, a la convivencia, al amor -entendiéndolo no desde el sentido pasional, sino más bien afectivo-, ... ¿Quién no se acuerda en este momento de aquel amigo de la infancia con el que siempre pasabas tus mejores ratos y hace tiempo que no hablas? Sinceramente, creo que todos pondremos cara a esa persona y desearíamos que nuestra historia siguiera como empieza la de Eva y Lucía en el libro, con un reencuentro.
El libro está narrado en 2 líneas de tiempo que Raquel Martos va alternando. Unos capítulos dedicados al día a día de nuestros tiempos y otros donde se traslada al comienzo de la amistad y los hechos reseñables que acontecen con el paso de los años.
Por un lado, el HOY, el reencuentro, las circunstancias cotidianas del día a día. Un matrimonio roto por parte de Eva con una hija de por medio. Una carrera profesional que absorbe todo el tiempo por parte de Lucia y que no deja un resquicio para el amor. Una separación de pareja. Un fallecimiento y una convivencia de amistad. Un favor impagable. Pasajes todos que Raquel va hilvanando de forma perfecta por parte de las dos protagonistas, que nos van contando a la par su visión de los acontecimientos.
Por otro, el AYER, el nacimiento de un flechazo en forma de amistad intensa. Un vínculo afectivo leal, sincero y enraizado. Recuerdos del pasado para el lector.
Todo ello aderezado con abundantes diálogos que le confieren un ritmo muy interesante a la novela.
"Los besos no se gastan" es un relato de pequeñas cosas, de pequeños detalles. De poner el foco de atención en lo que realmente tiene importancia, que no son otra cosa que las personas, nuestra relaciones, nuestros amigos... y no aquello que nuestro día a día -vivido a toda prisa y sin frenos- nos indica que es importante.
Reseña publicada previamente en "Anika entre Libros"